jueves, 5 de diciembre de 2019

Querían visibilizarlo, ya es visible. Ahora vamos al debate.

A principios de esta semana ocurrió una tragedia que se hizo viral pero que afortunadamente terminó solo con una situación incómoda, es todo y nada más. 
Sí, a Karen la buscaban por todos lados... 
En redes sociales su fotografía aparecía con la frecuencia que todos hubiéramos esperado en cualquier caso de una mujer desaparecida, y más aún, cuando existía un mensaje en el que alertaba a su familia de que algo andaba mal. Fue su propio hermano quién pidió la colaboración de los cibernautas y seguramente de las autoridades. Fue un éxito, se logró el objetivo: hacer tanta presión que el gobierno de la ciudad de México tuvo que hacer todo lo que estaba a su alcance para evitar una nueva tragedia, de esas que poco a poco y muy lamentablemente nos estamos acostumbrando a leer en las noticias (espero en verdad que nunca se vuelva algo común). Total, en algunas horas se reportó la localización de la joven desaparecida y hasta ahí tuvimos noticias de este tema, muchos nos sentimos aliviados, nuestra alma descansó, pero no así de muchos otros que comenzaron a cuestionar detalles del caso. 

Para la noche del miércoles, algunos medios de comunicación ya habían obtenido nuevos datos de este hecho, la joven desaparecida en realidad se había ido a un bar, a disfrutar de su día, a tomar un descanso y relajarse divirtiéndose… No sabemos qué la motivó a mandar ese mensaje a su familia en el que mencionaba que iba en un taxi y que se sentía en peligro, tampoco sabemos nada más de su vida ni tenemos por qué saberlo, sin embargo, aquí surge una situación muy importante que también es necesario visibilizar y decirlo con todas sus letras: todos cometemos estupideces, independientemente de las causas por las que esta joven mandó ese mensaje, fue una tontería, algo que no se debe de hacer, algo que obviamente iba a provocar muchas reacciones en la sociedad, ¿qué esperaban, que se le diera un premio? Pero de ninguna forma es razón para realizar un linchamiento ni sugerir alguna clase de castigo o investigación penal. 

Aquí quiero expresar una idea personal, derivada del análisis de estos casos y del contexto mexicano; 

Amigo lector, si es usted de piel delgada y se ofende fácilmente, le doy las gracias y le invito a retirarse, porque esta sin duda es una opinión poco bienvenida para la mayoría de las personas; 

Independientemente del sexo o del género, nadie es bueno o malo por nacimiento, eso depende de muchos otros factores que está por demás explicar en este momento. 
Los actuales movimientos feministas y de derechos humanos pareciera que sitúan de forma exclusiva a los hombres como los generadores de las mil violencias y, como contra parte a las mujeres como las víctimas de las mil situaciones, siempre bondadosas; ésta sin lugar a dudas, es también una óptica sexista y machista (sí, esa que intentamos erradicar y que se sigue replicando aún dentro de los movimientos feministas). Pongo ejemplo de lo anterior: se crean líneas del metro exclusivo para mujeres, ¿por qué? Porque las mujeres son buenas y ninguna podría generar violencia, ese se considera un entorno seguro, en cambio en los vagones mixtos, los hombres siempre faltos de control y mentalidad son riesgosos, son sí o sí violadores, agresores sexuales, bestias lujuriosas a las que solo les importa satisfacer sus más bajos instintos a cualquier costa, transgrediendo cualquier límite y horrorizando a las mujeres (que en muchos casos así es). Sin embargo, esto es satanizar y hacer una lastimosa generalización de un fenómeno poco estudiado y ya de por sí complejo que a la fecha genera opiniones divididas, enfrentamientos y es algo que nadie ha podido controlar. 
Aterrizo la idea: pensar que las mujeres (todas), por el simple hecho de ser mujeres son buenas, con excelentes valores, que nunca dicen mentiras, que nunca se equivocan, es un error. Es inclusive una idea sexista, es pensar que las mujeres no son personas, que son un ente aparte. Pero hay que aclarar, esto de ninguna forma significa que no sean víctimas, que no sufran acoso, violaciones, maltrato y sinnúmero de violencias, no significa que hay que abandonar las luchas ni que hay que perder el interés en buscar iguales condiciones para todos, al contrario, significa replantearse si lo que estamos haciendo está bien o no, si vamos por el mejor camino, si se está exigiendo lo suficiente y sobre todo si estamos entendiendo la importancia de reivindicar las buenas acciones y evidenciar las malas. Al fin y al cabo, a las malas acciones que comete una persona, la principal reacción debe ser un rechazo social, el señalamiento, porque sociológicamente es la primera herramienta para evitar que este tipo de conductas se replique. 

Es imposible no mencionar que en la lucha y búsqueda de la igualdad, se están cometiendo excesos. Porque pareciera que lo que se está intentando ganar es el derecho a la violencia, a la maldad, a esas acciones que los hombres han tenido el privilegio de realizar sin recibir algún rechazo social y que las mujeres también quieren hacer sin que nadie se los recrimine. Pero en realidad, la lucha es para erradicar la violencia y no para que las mujeres puedan realizarla, sino para que los hombres no la siguen cometiendo sin que no pase nada.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Dos razones de peso por la Policía Municipal



Publicado originalmente en: https://seguridad.nexos.com.mx/?p=1574 el 23 de septiembre de 2019.


… de la montaña de desesperación, una piedra de esperanza. 

—Martin Luther King

Este texto busca deliberadamente dar un respiro en momentos de ánimo general mermado en el tema de seguridad. Es una invitación a enfocar la mirada en puntos específicos del país —en ciertas ciudades— donde, sin sugerir que se tiene todo resuelto, paso a paso se construyen desde hace unos años resultados favorables en un terreno en el que acostumbramos pensar que nada funciona. Es posible que las mejoras que esperamos en el número de delitos, víctimas, y en la percepción ciudadana a nivel nacional, resulten de cadenas de logros a nivel local.


Paradójicamente, tanto la desesperanza absoluta sobre nuestros grandes problemas de seguridad pública como la fe ciega en que las cosas mejorarán por sí solas con el tiempo nos llevan a la resignación e inacción; al cinismo. Tanto como individuos como civilización necesitamos el equilibrio entre el pensamiento crítico y la esperanza para prosperar, dice la escritora búlgara María Popova.


Ante la adversidad y franca emergencia de la última década en este ámbito, la respuesta de varias ciudades fue desarrollar las capacidades de sus instituciones de seguridad pública. Otras, permanecen pasmadas ante las oleadas de problemas y sin planes para intervenir sus policías, entre la negligencia y la incompetencia; pero nada indica que aquél sea un destino irrenunciable. Por el contrario, la esperanza de que la seguridad en México se puede recuperar si se fortalece a las policías municipales está bien fundamentada empíricamente en dos hallazgos que se presentan a continuación.


Primero, la probabilidad de que una persona se sienta segura en su ciudad aumenta si tiene confianza en la policía municipal, más que en cualquier otra corporación policial, de acuerdo con el análisis del World Justice Project a los datos trimestrales 2016-2019 de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI.


El hallazgo es más relevante aún porque existe evidencia de que las personas que confían en la policía están más dispuestas a cooperar con ella. De acuerdo con estudios, la confianza ciudadana en la policía es, además, la base de la legitimidad de esta institución. Por su parte, la legitimidad se vincula con la percepción de la población de que la policía es justa y respetuosa en sus procedimientos. Implementar o redoblar los esfuerzos para fortalecer la confianza en la policía municipal muy probablemente tendrá efectos positivos en la percepción de seguridad. Hoy, siete de cada 10 personas en México se siente insegura en su municipio o alcaldía.


Entre el segundo trimestre del 2017 y el mismo periodo de 2019, el porcentaje de personas que confían la policía municipal pasó de 49.2 al 67.8 en Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI. En Guadalupe, Nuevo León, aumentó de 55.4 a 65.6 por ciento y en Escobedo, de 57.5 al 70.4 por ciento entre el segundo trimestre de 2018 y el de 2019 de acuerdo con la misma fuente. A nivel nacional, 45.3 por ciento de la población tiene confianza en la policía de su municipio, y se mantiene sin mayores variaciones respecto del mismo periodo en los dos años anteriores. El vínculo ciudadanía-policía puede mejorar ciudad por ciudad, y en algunas este proceso ya inició.


La crítica a las policías en México está fundada y justificada en la mayoría de los casos; no actuar en consecuencia ha resultado costoso en varias dimensiones. Por otro lado, no voltear a ver los casos donde la policía se está ganando la confianza de la población en estas ciudades, es un error. Las tres ciudades mencionadas cuentan, por ejemplo, con unidades de proximidad. Éstas mantienen contacto permanente con los vecinos, lo que les da una visión de primera mano de los problemas de seguridad que se complementa con patrullaje estratégico —en lugares identificados como problemáticos—, así como con los sistemas de video-vigilancia y bases de datos criminalísticas de la policía concentradas en el C4.


En Escobedo, además, desde el 23 de julio de 2019 los policías de proximidad reciben denuncias directamente de las víctimas y su Unidad de Análisis e Investigación trabaja en coordinación con la Fiscalía General de Justicia del Estado de Nuevo León para identificar y ubicar a los responsables de cometer delitos.


Así fue como en agosto de 2018, se puso a disposición del Ministerio Público a un asaltante de tiendas de conveniencia que perpetraba robos con arma blanca usando un casco de motociclista. Los jóvenes analistas de la unidad de investigación dieron con su ubicación después de estudiar la videograbación que proporcionaron negocio, cruzar la información con sus registros de antecedentes y analizar la página en redes sociales del sospechoso.


Los resultados de la proximidad importan: es posible que la proximidad por sí sola resulte insuficiente para mejorar la confianza sin efectos positivos perceptibles por la población. En Escobedo, Neza y Guadalupe aumentó también el porcentaje de la población que considera que su policía es efectiva y se ubica muy por arriba del promedio nacional, que es del 41.4 por ciento.


El segundo hallazgo que sustenta el imperativo de fortalecer las policías municipales consiste en que son –por mucho– las que atienden en persona las solicitudes de ayuda de la población. Esto quiere decir que en la mayoría de los casos, la policía municipal es primer actor del Estado con el que tiene contacto una víctima o un testigo de un delito. La información sobre los hechos que la policía está obligada a recopilar en estos momentos —además de recibir la denuncia in situ—, hace la diferencia entre la captura responsable de su comisión y la impunidad. La evidencia física debidamente preservada y la ubicación de testigos son los factores con mayor peso en la probabilidad de lograr un arresto y las unidades de investigación de estas corporaciones son las más indicadas para el trabajo, ya que cuentan con acceso inmediato a los sistemas de video vigilancia instalados en el territorio, que permiten identificar, incluso, placas de vehículos en tiempo real. De ahí la relevancia de la investigación por parte de la policía municipal.


De acuerdo con la encuesta a población general que realizó el World Justice Project para su Índice de Estado de Derecho en México 2017, 38% de la población a nivel nacional buscó voluntariamente la ayuda de la policía en 2016 en persona o vía remota. De ellas, 6 de cada 10 (65.49 por ciento) fueron atendidos cara a cara por una o un policía municipal. Le siguen las policías estatales, con 9.15 por ciento de este tipo de contactos voluntarios.


Ninguna de las ciudades aquí mencionadas tiene sus problemas de seguridad resueltos pero sin duda se encuentran ensayando respuestas que ya arrojaron efectos positivos. En muy buena medida, estas instituciones se encuentran en vías de construcción. Tampoco están aquí todas las que pueden documentar la esperanza, y toca a la academia y a las organizaciones de la sociedad civil evaluar y sistematizar las prácticas e intervenciones efectivas o, por lo menos, prometedoras. La demanda de este tipo de insumos es real.


También es cierto que éste en particular es uno de los momentos más difíciles para hablar sobre policías con buenos resultados —no son pocos los señalamientos fundamentados por abusos cometidos por agentes encargados de hacer cumplir la ley y el contexto de seguridad es preocupante— pero es, por la misma razón, el más pertinente: detectar las estrategias policiales que funcionan para reducir el delito y la violencia, de manera que sea posible replicarlas en el mayor número de lugares posible, es una de las rutas a seguir para la pacificación sostenible del país. La evidencia aquí expuesta reconoce a la policía municipal como un actor del Estado indispensable para lograrlo.


Por lo pronto, toca al Poder Ejecutivo y al Legislativo federal, así como a los gobiernos municipales, tomar previsiones concretas en materia presupuestal para que el fortalecimiento de las policías sea prioridad en serio desde 2020.